Lo urgente y lo importante

Era frecuente que el caminante encontrara pequeñas bandadas de garcillas bueyeras en los campos de cultivo de cereales. Solían concentrarse en torno a los tractores; conforme estos avanzaban por el campo, abriendo surcos con sus arados en las tierras de labor, las garcillas se daban un festín de pequeños invertebrados que habían quedado fatalmente expuestos tras el paso de la maquinaria agrícola. Aprovechaba el caminante para tomar algunas fotografías de ese peculiar cortejo laico conformado por el tractor y su séquito de garcillas bueyeras, unas avecillas zancudas de plumaje blanco y pico, ojos y patas anaranjados. Si era época de celo, los machos lucían un penacho de tonos ocres en la cabeza y en el cuello. En otras ocasiones, las fotografiaba subidas en el lomo de toros y vacas, con quienes mantenían una apacible relación simbiótica, desparasitándolos. Esta relación les había otorgado los sobrenombres de espulgabueyes  o rezneros, palabra esta última que el caminante procuraba evitar por ahorrarse la imagen repulsiva de las garrapatas en los picos de las angelicales garcillas.

Uno de esos días, el caminante tuvo un feliz encuentro con El Güito, un pastor de piel cuarteada por las horas que debía de pasar bajo el sol en la sola compañía de su nutrido rebaño de cabras, recorriendo caminos y cañadas reales donde encontraba pasto para sus animales. El caminante advirtió que un alegre grupillo de garcillas acompañaba al rebaño de cabras, aprovechando que estas removían con su paso el terreno tal como lo hacían los tractores, de manera que le pidió permiso al pastor para acompañarlo y tomar algunas fotografías. Mientras no me saque a mí, le dijo este, encogiéndose de hombros. Anduvieron juntos cerca de una hora, tiempo durante el cual El Güito ilustró sobradamente al caminante sobre las cabras que conformaban su rebaño y los cuidados que requerían; le confesó que no era un trabajo duro, pero sí muy pesado; pasaba muchas horas solo y aunque a veces se llevaba un pequeño transistor para matar el aburrimiento, las horas avanzaban a un paso más lento que el de sus cabras. Pero el Guito tenía una medida del tiempo distinta a la del caminante y así se lo hizo saber a este, una medida del tiempo que lo conectada directa y estrechamente con lo que le rodeaba, con el camino, con los pastos, con el color del cielo o la brisa de la tarde; una medida del tiempo que le permitía diferenciar entre lo urgente y lo importante.

Mire esa, dijo de repente, señalando a una garcilla que se aproximaba en vuelo bajo hacia donde se encontraba el grupo de garcillas bueyeras. Entonces le comentó que lo que más le gustaba de esas aves era la posición que adoptaban durante el vuelo, con el cuello recogido y las patas estiradas, en una ligera inclinación hacia abajo. El caminante dejó de tomar fotografías y se dedicó a escuchar atentamente a ese pastor que tanto sabía; como sus cabras se nutrían de los pastizales, se nutría el caminante de cada palabra que brotaba de la boca del Guito. Le habló de un nido de cigüeñuelas que se encontraba no lejos de allí, en una zona de humedales; le habló de los dormideros a donde acudían las garcillas cuando finalizaba el día; le habló del aguilucho cenizo, rapaz de alas largas y estrechas que hacía sus nidos en el suelo de los campos de trigo que se extendían a su derecha.

Minutos antes de despedirse, el pastor se desvió del camino, o eso le pareció al caminante. El camino es por aquí, Guito, le gritó. El pastor giró la cabeza y, con una ligera sonrisa en la labios le respondió: ¿El camino?, el camino se hace al andar, amigo, antes de continuar hacia adelante. No volvió a encontrarse con el pastor nunca más pero cada vez que regresaba a esos campos, para pasear y tomar algunas fotografías, se acordaba de los minutos que pasó aquella mañana junto al Güito y sus cabras, aquella mañana en que el caminante aprendió a diferenciar entre lo urgente y lo importante, aquella mañana en que un pastor, probablemente sin saberlo, recitó al poeta sevillano. Caminante no hay camino, se hace camino al andar.

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